Su aplicación lejos de aportar al desarrollo, contribuye a la reducción del ahorro y la inversión, e induce al sector productivo hacia una especie de adormecimiento; desincentiva la iniciativa privada principal generadora de fuentes de empleo, además de correr a las inversiones que tanto se necesitan, ahora más que antes.
Impuesto a la riqueza, ¿un freno al crecimiento?
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