Es cierto que, para conducir exitosamente un país, se necesita de una planificación central ordenada a corto, mediano y largo plazo; es más, el diseño a largo tiempo, debe obedecer a una estrategia de desarrollo establecida como política de Estado; es decir, el cumplimiento de su concreción debe proyectarse independientemente de la ideología política que en su momento abrace el gobierno de turno. Esta planificación, que la ejercen los países desarrollados como EEUU, Alemania, China, etc, etc, les permite sortear las diversas dificultades (incluido las pandemias) con mayor facilidad que aquellos que por prejuicios políticos no lo aplican.
Ningún país desarrollado puede considerarse cien por ciento neoliberal ni totalmente socialista; ambos creen y se sustentan con el capital estatal y privado, nacional e internacional; la principal fuente de ingresos del aparato burocrático lo obtienen a través de los impuestos que generaran las empresas, siendo las mayores aportantes las del sector privado; de allí la importancia de la aplicación de políticas que incentiven la generación de nuevos emprendimientos en sus diferentes niveles que incluyan reducción de trámites, a tiempo de crear las condiciones que faciliten el tránsito de los negocios informales hacia la formalidad para ampliar la base de contribuyentes.
En ocasiones el gobierno con la intención de llenar ciertos vacíos o de regular la relación proveedor – consumidor, se ve tentado a crear empresas estatales que lastimosamente en cuanto empiezan a operar se constituyen en oponentes de la iniciativa privada, con una competencia desproporcionada que no todas tienen la capacidad de soportar; es el caso reciente de la aerolínea Amaszonas, cuya situación la detallamos en las siguientes páginas, donde esperamos que ahora con la inyección de capital fresco de los nuevos accionistas, pueda alcanzar acuerdos de facilitación con el gobierno, cuyo despegue beneficiará al personal que por el momento quedó fuera de planillas. Muchos emprendimientos se están cerrando silenciosamente, pasando a engrosar el número de desempleados que más temprano que tarde pasarán la factura social.
El gobierno restringe las exportaciones, porque teme que un eventual desabastecimiento interno, pueda ocasionar una subida generalizada de precios, el cual desembocaría en una inflación descontrolada que incidiría en la estabilidad cambiaria de la moneda nacional. La preocupación es entendible, mas no así la política de restricción, puesto que las divisas que ingresan por las exportaciones, contribuyen a incrementar las Reservas Internacionales Netas, además de la ganancia que representa para el productor quien, a su vez, la redistribuirá entre la población mediante el pago por la compra de bienes y servicios, así como a los nuevos trabajadores que se incorporen, creando un círculo virtuoso que dinamizará de verdad la economía, evitando a la vez la temida inflación.
Todas las actividades son importantes y necesarias, sean públicas o privadas, extractivas, industriales, comerciales o de servicios; obviamente que existen ciertos rubros que requieren de un cuidado especial y uno de ellos precisamente es el sector productivo y en particular el alimenticio, puesto que, si pretendemos garantizar la seguridad alimentaria, requerimos protegerlo y potenciarlo. Precisamente el problema principal que tiene Venezuela, es que su casi nula producción de alimentos no abastece a su demanda interna (el gobierno anuló al sector productivo), encontrándose obligados a importarlos con un reducido monto de dinero (fruto de la exportación de su petróleo) que no cubre ni lo mínimo necesario. Aprendamos la lección por favor, no corramos riesgos innecesarios, liberémonos de parámetros ideológicos y seamos pragmáticos.
El Director