Luego de varios gobiernos que se sucedieron en Perú, todos alineados a la corriente neoliberal (unos menos radicales que otros), este 28 de julio empieza su gestión un nuevo presidente declarado abiertamente seguidor de la ideología comunista, situación que atemoriza a la clase media y alta que conforman casi la mitad de la población peruana. Y es que la situación no es para menos, tomando en cuenta que en el plan de gobierno de Pedro Castillo (presidente electo en segunda vuelta), se encuentran lineamientos que dan señales que la economía se manejará con criterio estrictamente estatista, con indicios de que la propiedad privada puede resultar afectada.
Con el triunfo de Castillo, la izquierda avanza en América del Sur, sumándose al de Bolivia, Venezuela, Argentina, además de Chile con su nueva Asamblea Constituyente. El temor de muchos peruanos se fundamenta al atestiguar a través de la historia, que ningún gobierno izquierdista en América Latina tuvo éxito; muy por el contrario, dicha corriente ideológica arrastró a sus países a la extrema pobreza como es el caso de Cuba, Nicaragua, siendo el caso más deprimente el de Venezuela, cuya población que abandonó su país en busca de mejores opciones supera el 25%; además de que casi todos los presidentes socialistas, ingresaron pobres a palacio de gobierno, pero salieron muy ricos, a excepción de José Mujica de Uruguay.
El juego de la democracia es así, brinda la oportunidad a todas las corrientes ideológicas; un nuevo sistema surge, como consecuencia de la acumulación de fallas que cometió el anterior o los anteriores, como es el caso peruano donde todos lo que se sucedieron descuidaron a la gente del campo, al poblador andino, quienes también son peruanos al igual que aquellos que sí lograron progresar a costa de su esfuerzo y dedicación al estudio y trabajo. El gobierno de Castillo puede sostenerse en el poder sin abandonar su postura ideológica, manteniéndose lo más cercano posible del centro (como buen equilibrista), puesto que su gobierno es para todos, tanto para quienes lo eligieron, así como para los opositores.
Desde esta columna, hacemos votos para que el nuevo presidente peruano enrumbe a su país hacia mejores días, apoyando efectivamente a aquellos que tienen muchas carencias, pero sin quitar o restar a quienes alcanzaron su progreso en base a esfuerzo y trabajo. No es necesario girar la nave a 180 grados, con 90 es suficiente haciendo algunos ajustes al modelo económico y convirtiendo a la inclusión social, en un verdadero instrumento de integración. La población prontamente se dará cuenta, si se está utilizando el espejo de un país extremista o se está aplicando una estrategia al estilo Pepe Mujica; de ello dependerá su éxito, esperamos que así sea.
El Director