La presentación del texto ¿Hacia la transformación de la economía? 18 miradas para un diagnóstico de crecimiento en Bolivia, realizado por la Fundación Friedrich Ebert (FES), toca algunos puntos que tienen que ver con políticas económicas, donde se ve poco consenso y mucha polarización; estos consensos pueden empezar a darse a través de la sociedad, recordando algunos puntos básicos sobre los retos de la economía boliviana, con propuestas para las políticas públicas.
Tres de los dieciocho autores del libro participaron del evento, quienes dieron a conocer sus puntos de vista de cómo realizaron y fundamentaron sus investigaciones; la gerente de desarrollo institucional de la fundación IES Lucía Casanovas; Alfonso Malky, director técnico para Latinoamérica de Conservation Strategy Fund, y Pablo Mendieta Ossio, subgerente del Centro Boliviano de Estudios Económicos (CEBEC) – CAINCO. El resumen del texto fue realizado por Nicole Jordán, coordinadora de proyectos de la FES, y Philipp Kauppert, director de la FES en Bolivia, quienes explicaron los motivos por los cuales se invierte en este tipo de investigaciones económicas, que van a beneficiar a la sociedad dando una mirada integral al estado de la economía en Bolivia, así como sus principales desafíos con miras a futuro; todo ello con el objetivo de identificar las principales restricciones vinculantes que limitan el desarrollo del país y plantear una estrategia de priorización para mejorar la eficiencia del gasto.

Jordán explicó que el libro es resultado del trabajo de uno de los grupos que está enmarcado en este Foro Nacional de Transformación Social-Ecológica, enfrentando a la pregunta, ¿dónde estamos en términos económicos para generar aportes a los formuladores de políticas públicas?
“Los retos que enfrentan las economías de países en vías de desarrollo son cada vez más complejos; es muy difícil y a veces incluso contraproducente intentar abordarlos todos a través de una lista extensa de reformas. Necesitamos definir prioridades a partir de un diagnóstico económico y es por ello que se ha optado por utilizar una adaptación de la metodología “diagnóstico de crecimiento” de Ricardo Hausmann, Dani Rodrick y Andrés Velasco”, admitió.
“Necesitamos entender o hacer una especie de diagnóstico económico, analizando los problemas que enfrentan las economías de países en vías de desarrollo, cada vez son más complejos y es muy complicado dar una lista extensa de reformas, que es utilizada en ciertos organismos internacionales; la metodología del diagnóstico de crecimiento utilizada fue basada en las teorías de Ricardo Hausmann, Dani Rodrick y Andrés Velasco”, admitió Jordan.
Para un país que, además, no tiene demasiados recursos y no puede intentar solucionar todos los problemas que se presentan se necesita determinar prioridades en términos de políticas públicas económicas y para ello, los autores han acordado que esta metodología es muy útil al momento de generar eficiencia en los gastos de los países y hacer reformas económicas.

“Pero no se trata simplemente de la aplicación de la metodología para el caso de Bolivia, sino que los autores han hecho un esfuerzo muy grande y valioso por intentar entender cuáles eran las críticas más importantes a la misma. Una de ellas era un enfoque excesivo en el crecimiento económico, que fue abordado en el Foro; que plantea que es fundamental la generación de ingreso y valor, pero sin perder el horizonte de ver por qué se está generando ese ingreso y cómo la economía debe estar apoyada fundamentalmente en un principio de justicia social y ambiental”, aseveró Jordan.
Es un desafío muy grande que el análisis económico se vincule a términos de sostenibilidad ambiental y es un reto porque no existen ejercicios donde se puedan encontrar esas tres variables de manera fácil.
El libro es una construcción a partir de 18 miradas que generan distintos diagnósticos económicos en base a diferentes áreas específicas y cada uno de los capítulos básicamente contiene un análisis, diagnóstico y algunas recomendaciones para políticas públicas dirigidas a ese tema en específico, pero al mismo tiempo se ha generado una discusión entre todos los autores para encontrar determinados aspectos prioritarios que los formuladores y hacedores de políticas públicas económicas deben abordar.
Como decía Philipp Kauppert, director de la FES en Bolivia, “es un reto grande que se está haciendo a nivel de la región, pero ya lo estamos empezando a implementar en Bolivia. Es fundamental que el Estado y el sector privado; con la academia y la sociedad civil, trabajen de forma conjunta en este gran desafío, es por eso que el libro muestra una pregunta de a dónde va la transformación de la economía; lo queremos propiciar en una especie de reflexión colectiva que nos permita preguntarnos donde nos encontramos, si en verdad estamos en proceso hacia una transformación que lleva un crecimiento económico arraigado en la diversificación de la matriz productiva, que de por si es un reto muy grande, pero también sustentado en un proceso de justicia social y sin olvidar la sustentabilidad ambiental”.
Es así que el libro, no solo presenta un diagnóstico económico que intentar analizar todas estas variables y mostrar algunas luces de qué se deberían hacer, sino que también permite reflexionar en torno a por qué no podemos pensar más allá de los paradigmas económicos actuales e intentar formular nuevas políticas y prácticas que lleven a la transformación.

Desarrollo de diagnóstico
Dentro de los ejes que se abordan en el texto nos encontramos con la parte de la innovación tecnológica que fue escrita por la gerente de desarrollo institucional de la fundación IES, Lucía Casanovas, y por el investigador de la Universidad de Barcelona José Pérez-Cajías.
Dentro de la descripción tomada por los autores, muestran la innovación tecnológica constituye “uno de los determinantes más importantes del crecimiento económico” a largo plazo por el impacto que tiene en términos de productividad. El 2018 tanto el Banco Interamericano de Desarrollo como la Corporación Andina realizaron estudios muy importantes en el tema de la productividad y se llegó a la definición que era un elemento central que explicaba el rezago de las economías de América Latina con relación a las economías de otros continentes.
En el estudio de la CAF, explica que la productividad para los países de América Latina en promedio es del 37% con relación a la de Estados Unidos (E.E.U.U.), y en este caso es mucho más grave para Bolivia, que llega a estar en el 19%, eso explica la productividad total de factores por la entrada y salida de empresas, desde la permanencia de las más productivas y la salida de las menos fructíferas, que tiene una relación con la inversión de nuevas tecnologías y la designación de recursos entre las unidades productivas.
Cuando los autores tratan de explicar por qué existe este rezago tan fuerte de productividad, mencionan que una de las características que resaltan los países de América Latina son su estructura empresarial muy específica y que tiene dos rasgos centrales: el primero es que la mayor cantidad de empleo está concentrada en empresas de menor tamaño, es decir, de menos de diez trabajadores; en Estados Unidos; una de cada ocho empresas tiene estas características, en tanto que en América Latina una de cada dos.
El otro rasgo importante, para la economía boliviana en particular, es el porcentaje de empleo que está operando en el sector informal. En el estudio del BID se atribuyen cuatro explicaciones fundamentales para la baja productividad: 1) enanismo empresarial, 2) informalidad y autoempleo, 3) subdesarrollo del sector exportador no tradicional y 4) limitado desarrollo financiero.
“Cuando vemos el tema de la microempresa, observamos que en Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, que son los países andinos, las microempresas ocupan de 50 al 80% de la base empresarial, y Bolivia tiene el mayor porcentaje de personas que trabajan en estas empresas. El enanismo empresarial se relaciona directamente con la baja productividad, tiene que ver con los trabajadores que operan dentro de una microempresa y que tienen poca posibilidad de capacitarse, tanto los dueños como los trabajadores, porque viven el día a día, tienen muy poco margen de innovación y modernización del capital y además enfrentan restricciones crediticias y se desenvuelven en condiciones informales de trabajo; todo esto repercute en una alta mortalidad empresarial y un bajo crecimiento de las que sobreviven”, afirmó Casanovas.
En este panorama que vincula la innovación, la productividad y restricciones o limitantes de crecimiento en el largo plazo, el objetivo de este capítulo fue determinar la relevancia de la intervención estatal a la hora de entender la evolución de la inversión en la innovación, la productividad y, consecuentemente, el crecimiento de largo plazo.
Si bien la intervención estatal no es la única alimentación del emprendimiento y la innovación en Bolivia, es una que definitivamente no se puede obviar y constituir en una limitante restrictiva del crecimiento a largo plazo.
La innovación es uno de los determinantes de la productividad y el crecimiento a largo plazo; el 2018 varios organismos internacionales han centrado sus esfuerzos en estudiar la productividad, porque han definido que la variable determinante del rezago de los países de América Latina y en especial Bolivia, es analizar si las fallas de gobierno microeconómicas constituyen una de las limitantes más relevantes para la inversión, la innovación, la productividad y por consiguiente el crecimiento.

¿Qué es lo que pasó con la intervención estatal? Bolivia ocupa los últimos lugares en políticas que favorecen a los emprendimientos y la innovación y aquí hay dimensiones, no solamente lo que hace el Gobierno con el tema de regulaciones, más impuestos que se han visto en varios estudios, que generan incentivos perversos para crecer, es decir, las empresas pequeñas asumen una estrategia empresarial de mantenerse informales porque los costos de crecer y formalizar son mucho más grandes que los beneficios.
Otro de los capítulos es escrito por Alfonso Malky, director técnico para Latinoamérica de Conservation Strategy Fund y titula “Bosques y áreas protegidas: sus beneficios económicos y los costos de su pérdida y deterioro”.
Una idea comunmente manejada es que el crecimiento económico y el cuidado de los recursos naturales no son compatibles entre sí; sin embargo, el autor plantea que esta percepción de incompatibilidad proviene de la incomprensión del carácter de la relación de lo económico y lo ambiental. El medio ambiente no es un elemento externo e independiente de lo económico, sino que es un factor condicionante para el desarrollo. Esto lanza a la mesa la problemática de la deforestación, particularmente en las áreas protegidas en nuestro país.
Para respaldar esa aseveración, el autor muestra una serie de noticias y la primera es el reconocimiento que hace el New York Times en 2018 al Parque Nacional Madidi como el parque más diverso del planeta, y el mismo año Bolivia recibe el premio como “Mejor Destino Verde de América del Sur”.
Sin embargo, a pesar de estos reconocimientos, también se tiene la otra cara de la moneda. El 2018 Bolivia cayó en el ranking de los cinco países con mayor deforestación en el mundo y este no es un tema menor, porque a nivel internacional, Bolivia es reconocida por su capacidad de luchar por el cambio climático y por la riqueza de su biodiversidad, además de ser uno de los 15 países con mayor cobertura forestal en el planeta.
Los incendios ocurridos el año pasado en la Chiquitania, también nos induce hacia una mirada de esas dos facetas que nos da el medio ambiente en nuestro país.
El comportamiento de la deforestación durante la década de los 90, es de 150.000 hectáreas por año aproximadamente, pero esas tasas han ido creciendo hasta llegar a 350.000 hectáreas en promedio actual, sin contar el desastre del año pasado.
En el periodo del 2001, se ha perdido 5.000.000 de hectáreas que representa el 7.5% de la superficie de bosque que se tiene hasta el momento; otro dato importante es que Bolivia está en el puesto 5 en deforestación per cápita del mundo, equivalente a 310 metros cuadrados por persona, siendo el promedio mundial de 9 metros cuadrados por persona. Esa deforestación responde principalmente a dos aspectos, la agricultura mecanizada, que es responsable del 54% del total de la deforestación del país, y la ganadería que es del 27%.
“Ahora es importante pensar en los bosques y encontrar alternativas que nos permitan reducir la deforestación. No vamos a plantear que dejemos de producir alimentos porque eso no es una alternativa viable, existen opciones que podrían guiarnos hacia una producción un poco más sostenible y que tenga más cuidado con los bosques” afirmó Malky.
Los bosques juegan una serie de funciones ambientales. En primer lugar, están relacionados con el tema de agua, pues abastecen dos tercios de todo el país y el 50% del agua que se consume en el occidente.
En segundo lugar, la deforestación es responsable del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero en Bolivia. La capacidad de almacenamiento de los bosques es de un tercio de las emisiones de CO2 y es similar a la que podría tener todo el sistema de transporte si lo convirtiéramos a un tipo de energía limpia. Si bien Bolivia es el país que tiene menos deforestación de áreas protegidas en la región, la deforestación ha estado afectando de manera creciente a dichas áreas protegidas; con lo cual es un elemento que debería llamar la atención.

Finalmente, está la biodiversidad. Bolivia está en todas las listas de riqueza natural en términos de biodiversidad en el mundo, estamos entre los 10 países con mayor variedad de mamíferos, aves, entre los cuatro países con variedad de mariposas. Nuestro país es reconocido por esas riquezas, pero ha ido disminuyendo en un 46% respecto a su estado original y actualmente tenemos 132 especies que están bajo amenaza.
Dentro de algunas iniciativas que tratan de luchar contra la deforestación y la pérdida de biodiversidad vinculadas al sector agropecuario, primero se debe examinar la cadena productiva y después generar incentivos en cada uno de los eslabones para promover sistemas de tipo intensivo en vez de extensivo.
Un ejemplo de una de estas iniciativas se encuentra en la industria de carne en Brasil en la que participaron diversos actores, entre los que se puede mencionar algunas ONGs de medio ambiente; cadenas grandes como McDonald’s (dentro de las comercializadoras), productores e intermediarios. Lo que hicieron fue generar un sistema de incentivos para que los productores comiencen a cambiar sus prácticas de ganadería extensiva a intensiva. Después de cinco años de evaluación del proyecto, se hizo una revisión y comparación con la línea base de los niveles de rentabilidad que tenían los diferentes actores, y se evidenció un incremento a todos los niveles.
“Cabe mencionar que ya tenemos algunas iniciativas, principalmente en la región del Pantanal y al norte de La Paz, que están rindiendo con este tipo de sistemas, pero que todavía son muy incipientes; una de las propuestas en el artículo es que se pueda escalar y promover este tipo de iniciativas a partir de la generación de incentivos”, concluyó Malky.
Conclusiones y objetivos
Pablo Mendieta Ossio, subgerente del Centro Boliviano de Estudios Económicos (CBEC) – Cainco, advirtió que, sin importar quién sea la persona que tome el mando del país tras las próximas elecciones, la realidad económica, así como los problemas y desafíos seguirán siendo los mismos. En esa línea, Mendieta planteó que si bien una parte del esfuerzo debe consistir en identificar bien los problemas, además, se deben plantear las soluciones. Es por ello que su capítulo se titula: “Problemática e indicios de soluciomática del desarrollo boliviano”, pues trata de ver no solo la problemática sino también las soluciones a la misma.
Para entender la problemática, uno de los aspectos que debemos tomar en cuenta es cuál es el desempeño si entendemos que en 1900 prácticamente nuestro crecimiento ha sido bajo promedio del 2%. Un país como el nuestro que crece el 2%, en 35 años va a duplicar, pero otro país como Francia o China que crece al 11%, duplica en menos de una década su estándar de vida. Evidentemente, es importante destacar que el PIB no lo es todo, no constituye el zoom del progreso. “Para ver si realmente existe crecimiento, hay que tomar en cuenta la continuidad de dicho crecimiento económico, entonces la primera incógnita es por qué Bolivia no crece más; esto no es un problema reciente, puesto que ya tiene más de 100 años”, admitió Mendieta.
El enfoque que se realizó, es ordenar un poco la discusión y fijar donde está el culpable del bajo crecimiento, pero con consideraciones adicionales del carácter social, ecológico y otros factores que permitan un diagnóstico más integral. Basados en la observación de la curva de demanda y de oferta, la primera muestra las referencias y la de oferta contrapone los costos; según esa base, se tendrá el crecimiento del desarrollo y de los actores que impulsan el desarrollo del país.
“Probablemente conocemos economías exitosas: Chile, Singapur, Japón, entre otras; por alguna razón éstas invierten en investigación y tecnología. Las curvas podrían explicar por qué nosotros no invertimos tanto; en realidad, la gente no quiere invertir y eso radica en que yo quiero invertir, pero hay mucha corrupción, tramitología y otros factores atenuantes; entonces, el entorno no es el adecuado para invertir y en ese sentido en vez de ir adelante con mi empresa, digo mejor no y espero mejores condiciones”, admitió Mendieta.
Pero también hay muchas personas que quieren invertir, pretenden ir hacia adelante, pero no hay nadie que confíe en ellos lo suficiente como para invertir monetariamente, con lo cual hay una falta de inversión tanto nacional como extranjera; todo esto exacerbado por la excesiva tramitología y burocracia del sistema financiero.
En resumen, países en los que existe mayor autodescubrimiento de ideas, generan más actividad económica y crecimiento. No obstante, este fenómeno está limitado por el hecho de que la calidad de ser “pionero” implica costos. Esa particularidad también se da cuando una empresa se inserta en el comercio internacional como innovador y tiene éxito. Por tanto, se deben tomar acciones para reducir los efectos de esta externalidad. En el caso de países con bajos niveles de complejidad o diversificación, se sugiere enfocarse en una política industrial que se centre en fomentar la aparición de nuevas empresas y sectores por medio de apuestas estratégicas, lo cual no quiere decir dejar de lado las potencialidades y ventajas competitivas de tener recursos naturales.
Esto nos permite concluir que en Bolivia la falta de autodescubrimiento implica menor inversión y, por tanto, menor crecimiento. Esta conclusión es avalada por The Growth Lab de la Universidad de Harvard (2019), cuyo resultado establece que el crecimiento entre 2025 y 2026 se situaría en torno al 3,4% dadas las condiciones actuales de complejidad. Más aún, el crecimiento proyectado bajaría a un magro 2,3% en 2027, debido a la casi nula inserción internacional en el ámbito del espacio de productos.
La constatación de que el autodescubrimiento es una barrera para la inversión y el crecimiento no significa que sea en sí misma la causa del atraso. Por el contrario, existirían factores profundos que explican el bajo grado de complejidad, como el alto grado de informalidad en la economía, considerada una causa intermedia de los problemas de complejidad.
De acuerdo al enfoque los principales factores que determinan la informalidad serían: altos impuestos, regulaciones laborales excesivas y baja institucionalidad pública. En el caso del primer factor, las tasas impositivas están por debajo del promedio latinoamericano. La principal barrera radica en el intricado y dificultoso costo de cumplir las obligaciones tributarias, tal como lo señala el reporte Haciendo Negocios del Banco Mundial (2019). En lo que se refiere a la cuestión laboral, esta es claramente una barrera en el caso boliviano, pues la legislación está desactualizada y obsoleta.
Los factores que explican por qué las firmas exitosas en Bolivia son medianas o grandes tienen que ver con las cargas regulatorias impuestas a las micro y pequeñas empresas, mismas que constituyen un escollo para escalar a tamaños y mercados más grandes, que son los que brindarían las oportunidades para crecer. En suma, el potencial de generar ideas en un mundo interconectado en pleno siglo XXI está presente en los emprendedores bolivianos. Sin embargo, un esquema regulatorio e institucional del siglo pasado impide que puedan plasmarse en negocios rentables, empleos dignos y mayor bienestar para el país.
Mendieta destacó que a todo esto debe añadirse una consideración adicional fundamental: en el entorno actual, los factores ambientales tienen una importancia mayor que en décadas pasadas. Varios países que diversificaron su matriz productiva pudieron hacerlo sin tomar en cuenta los efectos, a veces negativos, en el medio ambiente. Hoy, es preciso llevar adelante esa transformación tomando en cuenta este crucial aspecto. Por tanto, la condición en el país para que se presente más “autodescubrimiento”, sería el resultado de descartar aquellas ramas de actividad que muestran repercusiones ambientales negativas y fomentar, más bien, las que son más amigables con el medio ambiente. En términos prácticos, esta visión podría materializarse en políticas públicas basadas en evidencia, que contribuirían a establecer los criterios técnicos para una discusión adecuada y balanceada, para apoyar las iniciativas de diversificación sostenible.
“Inversión extranjera que puedan venir a los sectores en los cuales se necesita capital y fondos soberanos permitiría que cuando el precio baje nosotros no estemos pensando que la crisis será para siempre. Sino aplicar soluciones con una logística adecuada en la parte normativa, pero también de tecnología y capacidades. Uno de los problemas logísticos que hemos identificado desde Cainco, tiene que ver con cuestiones de capacidades y recursos humanos”, concluyó Mendieta.
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