La acción popular interpuesta por activistas ambientales en contra de la normativa que ordena abreviar procedimientos para la introducción de eventos transgénicos, viene a truncar bruscamente las aspiraciones de los productores, quienes se habían entusiasmado en incrementar el rendimiento productivo que llevaría a una pronta reactivación, mediante una industrialización más efectiva del algodón para el rubro textil, en tanto que la caña y la soya para la obtención de biocombustibles. Brasil, Argentina y Paraguay vienen usándolo ya durante varios años, generando un buen nivel de ingreso de divisas vía exportaciones.
Posiblemente la población, no esté los suficientemente informada sobre los beneficios económicos que puede representar para Bolivia, el incrementar la producción mediante la aplicación de la biotecnología. Desconocen que el excedente productivo de la caña y de la soya, se podrá destinar a la fabricación de bioetanol y biodiésel respectivamente, con lo que se logrará eliminar la subvención a los combustibles sin afectar a la población, obteniendo consiguientemente un alto ahorro de divisas; por otro lado, las industrias cañeras utilizan el bagazo de caña para su autogeneración de energía, que les induce a obtener mayor competitividad por el ahorro de costos.
En cuanto al maíz y al trigo que son productos destinados al consumo humano, la mayoría desconoce que ya hace buen tiempo que venimos consumiendo los transgénicos a vista y paciencia de activistas y ecologistas, puesto que todos los días ingresan camiones desde la Argentina trayendo grandes cantidades de estos alimentos, situación que echa por los suelos su teoría de defender la salud de la población; por el contrario, quizá se estaría defendiendo grandes intereses de negociadores argentinos.
En conclusión, hace tiempo que ya venimos consumiendo productos transgénicos, lo que corresponde hacer es, definir si debemos consumir los nacionales o los extranjeros sabiendo además que, al importar legal o ilegalmente, estamos generando empleos para trabajadores fuera del país, quitando oportunidad a los bolivianos; en tanto que, al exportar, estaremos incrementándoles fuentes de empleo, que es la forma más práctica y real de generar y distribuir riqueza. Por lo tanto, no hay razón valedera para que Bolivia tenga que privarse de este adelanto científico.
Finalmente, el crecimiento exponencial de la población frente a una reducida capacidad productiva, obligará tarde que temprano, ampliar la frontera agrícola para incrementar la producción; y en esto, el uso de la biotecnología contribuirá en mucho a mejorar el rendimiento de la productividad y con ello, lograremos una pronta reactivación de la economía boliviana. Momentos excepcionales, necesitan de políticas excepcionales. Si realmente somos inclusivos, debemos permitir la coexistencia de la agricultura tradicional con la orgánica y la biotecnológica.